
Mi interés nunca sería convencer a las personas de que el ejercicio es la base perfecta para el bienestar y el buen vivir.
De eso hay tanto evidencias científicas como escritos para forrar todo el planeta tierra y creo que me quedaría corta.
Más bien, gracias a la gentileza de Gaby, quisiera contarte un poco de cómo ha ido cambiando mi vida y mis rutinas desde que concienticé la dimensión corporal.
Es decir, yo soy de las que pienso que la autoestima y el valor además de emocional también es físico. Por eso, una de las partes de quererse mucho, ha de incluir cuidar a lo que yo llamo el vehículo de nuestra misión en esta vida: El cuerpo.
Imagínate esta escena: Levantarse, agradecer y orar por el nuevo día, desayunar algo muy rico y nutritivo y luego, sentarse frente a tu computador para enfrentar tu trabajo por aproximadamente 10 a 12 horas, con escasas pausas al baño y a comer para reponer energías.
Eso fue mis todos los días durante aproximadamente año y medio durante el lapso de la pandemia. Y yo, en líneas generales me sentía «bien» o igual que siempre: solo un par de kilos más —como siempre fui delgada, hasta bien me quedaba— y todo perfecto.
Pero después, ya tocó salir…
Siempre fui de marcha rápida, apurada para que me rindiera el tiempo de hacer las mil cosas de la agenda. Ahora, caminaba una cuadra a todo tropel y no me respondían las piernas. Una se quedaba trabada casi siempre o se acalambraba.
Subiendo las escaleras del centro comercial cercano, sentía que casi me desmayaba. ¿Qué me había pasado? Lo predecible. Mi sedentarismo prolongado afectó mi funcionalidad y ya no me sentía la misma, físicamente hablando.
Más allá de los chistes de la familia y amigos de que «te estás poniendo vieja» o «te pegaron los años», mi reto fue que si bien el tiempo no se podía echar atrás, al menos quería detener ese deterioro evidente y tener las condiciones óptimas posibles para una mujer de mi edad.
Estuve muchos meses en procrastinar y decir, esta semana sí, voy a salir a caminar. Volveré a correr. Haré ejercicios con videos, etcétera. Y nada pasaba. Mis energías seguían bajando y me llenaba de excusas. Hasta que comencé a trabajar con la filosofía de James Clear, en los obstáculos. Derrotarlos uno a uno.
Y allí ya fue muy diferente todo. Me puse seriamente en acción.
Nunca había experimentado la conexión del ejercicio con el bienestar
Porque antes, siendo deportista, el entrenamiento físico era una consecuencia o digamos un todo. Fui basquetbolista y era obvio que corría para poder rendir durante el juego y hacía ejercicios de brazos para ayudarme con los pases y los tiros al aro.
Solo que esta vez era diferente y mucho. Fue un premio total que las caminatas y rutinas de piernas, brazos y abdominales ayudaran en mi concentración, disciplina, autosatisfacción (siempre anoto el día que hago ejercicios como un triunfo) y además regulara mis horas de sueño.
Los calambres desaparecieron y los ejercicios junto con la alimentación saludable mantienen mi energía para hacer mis diversas actividades. ¡Sin duda mi vida cambió y para bien! Y así me quiero mantener siempre.

Y ahora, mi rutina es así
Abro los ojos, sonrío y agradezco por un lindo día que vendrá. Me pongo mi ropa para ejercicios y zapatos, por lo que el cuerpo ya sabe que le corresponde. Con un té de mis favoritos y algún bocado ligero, descargo un podcast interesante que quiera escuchar y luego salgo a mi recorrido, para luego hacer la secuencia de ejercicios durante mas o menos una hora. Esto pasa al menos tres veces a la semana.
¡Una hora! Mucho tiempo para mí, podrías decir. Y bueno, realmente los beneficios son gigantes. Estoy aprendiendo con lo que escucho, reconectándome conmigo, consintiéndome y tonificando mi vehículo, además de mejorar todo mi funcionamiento. Tomarse menos es ser un poco escasa conmigo misma, pero te puedo entender si te parece demasiado o si una agenda apretada evita que se dé así.
Con mi experiencia te puedo decir, que hasta 10 a 15 minutos hacen la diferencia y es mejor que nada. Luego podrás acomodar esa agenda, porque te sentirás motivado y satisfecho con los resultados. ¡Claro que si!
Puedes hacerlos también al final de la tarde. Sirve como transición entre el dejar la sesión de trabajo y aterrizar en las otras facetas de tu vida, como una especie de desconexión —especialmente si tienes mucha presión o stress en tus sesiones—. Así que es ideal para drenar eso y poner tu vida hacia otro tono.
Ya es parte de mi creencia que cuidarme, es mantenerme apta mental, emocional y físicamente. Que el ejercicio trae bienestar dejó de ser cliché o algo que se dice por allí. Lo certifico. Es así.
Para comenzar a tener resultados y dejar al lado las excusas, te cuento
Piensa en estas ideas. No son recomendaciones ni consejos porque soy malísima para darlos y conectar el ejercicio con el bienestar dependería siempre de la decisión y voluntad de cada quien. Pero si me permites, he de acotarte algunas cosas.
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- Vida activa incluye ejercitarse, pero hay diferencias. Antes las personas no se consideraban sedentarias si hacían caminatas del trabajo a su casa, iban de compras a pie o de cuando en cuando subían las escaleras del metro. Y la verdad, es que el cerebro los toma de manera distinta. Así que aunque nuestro vehículo no decaiga tanto en agilidad al caminar un poco, a nivel interno es muchísimo mejor tener espacios específicos en tu agenda para tus rutinas físicas.
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- Comenzar es difícil, siempre que lo creas así. Y lo digo yo que estuve como 1 año para tomar acción y consciencia. No me tomaba en serio ni era amor real, hasta que tuve que detenerme 10 minutos para que se me pasara el malestar de la pierna. O sea, la cosa ya era urgente. Tras la pregunta, ¿Qué te detiene realmente? Comenzaron a llegar las respuestas (las antes excusas) y más atrás, las soluciones.
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- Elige hacer lo que más te gusta. Por esto surgieron actividades como la bailo terapia, saltar la cuerda, boxeo, pilates y miles de cosas más. El ejercicio conecta con el bienestar si te sientes bien. Obligado, nada. Sufriendo menos. Bioquímicamente se liberan endorfinas cuando disfrutas, esto no es para sufrir, ni para victimizarse. Comienza de a poco y ve subiendo en intensidad y dificultad, pero con cosas que estén en sintonía contigo.
Y lo último, pero no menos importante…
Si tienes alguna condición o lesión previa, mejor un médico o terapeuta psicocorporal. Ellos tienen la formación adecuada para indicarte lo más conveniente para ti. Ese sería un comienzo con buen pie. Un mensaje al universo y a ti mismo que te consideras, te amas y quieres que tu vida sea diferente. Lo bueno, atrae lo bueno. Y te cambiará la vida, tal como me cambió a mí.
Sheila Vargas Rojas
Fundadora de SheEmprende, desde donde acompaña a otros creativamente en el crecimiento de sus marcas personales. También se dedica al Mentoring para gastronomers, es blogger, contadora de buenas historias, músico, foodie y cocinera. Pueden seguirla y leerla también en: Instagram y SheEmprende on Free2Z
Que buen artículo, gracias por compartir tu experiencia y los resultados que te han motivado a continuar con esta rutina de bienestar. Abrazos a las dos.
¡Gracias por tus cariños Dayana! Tu comentario a partir de mis zancos encontrados en la calle —que iba a fortalecer mis gemelos— también fue inspiración para mí. ¡Y así ha sido! Son cómodos y me permiten ejercitarme. Francamente sensacional. Un abrazo
¡Gracias por entrar y compartir!
Que genial está este artículo, sobre todo porque confluye la parte física, mental y emocional; incluyendo el alerta de atención profesional cuando sea necesaria.
Chapeau!!! para ambas.
¡Mi tea-cher! Que sorpresa verte por aquí. Agradecida, muy agradecida por encontrarnos y por tu comentario de este lindo post. Quiero motivar, a los que aun se llenan de excusas. ¡Ojalá los mueva a tomarse en cuenta y accionar! Un abrazo gigante… Hasta la próxima taza
Estoy de acuerdo contigo, es un artículo fresco y motivador. Gracias por entrar a este espacio.
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